
¡Pues sí!
Eran las cinco de la tarde.
En un pequeño pueblo de la Mancha, en pleno mes de agosto.
El calor no quemaba, no. El calor derretía.
Yo había ido a pasar unos días con mi padre y confieso que a esas horas me entrego a las siestas más desvergonzadas de todo el año. Mi hermana las llama "siestas comatosas".
Pero esa tarde, desperté antes, y pensé: : "Voy a visitar a mi prima Ang

elita, que aún no me he pasado por su casa".
Me armé de valor, cogí a mis dos perrillas, India y Mora, y salí a la calle a enfrentarme lo más rápidamente posible con el sol.
Mi casa del pueblo está al principio de una calle empinada, en la parte de abajo de la cuesta. Mi prima vive subiendo la cuesta a unos 500 metros.
Nada más salir a la calle oí unos gritos y pensé: ¡Ya hay algún gato en celo!.
Conforme avanzaba, los gritos se intensificaban y pensé que podía tratarse de algún gato atropellado. Y, en la parte más alta de la cuesta, lo ví.
Era pequeño. Tenía la boca abierta y seca, enrojecida. Estaba totalmente cubierto de polvo. Estaba a pleno sol.
Era tan pequeño que creí que era un gato recién nacido, aunque pensé: ¡Que gato tan raro!
No podía dejarle allí.
Así que lo cogí y me lo llevé a casa de mi prima.
Allí me enteré de que, efectivamente, no era un gato, sino un perro de apenas dos o tres días.
Era un galgo.
Seguramente lo habían abandonado allí para que no durase demasiado.
La verdad es que no hubiera aguantado mucho más.
Decidi cuidarle hasta que le encontrase un buen lugar para vivir y me lo traje a casa conmigo cuando volví de mis mini-vacaciones.
Es un bebé. No había abierto los ojos y toma el biberón cada dos horas, noches incluidas. Esta semana de trabajo ha sido una de las más duras de mi vida. Ando como alma en pena del sueño que tengo.
Pero Ulises, que así se llama el galguito por la Odisea que ha pasado él y la que estoy pasando yo, está en casa, creciendo feliz y rollizo.
Será un galgo precioso.
Yo he lanzado voces por ahí para ver si le encuentro un hogar feliz, pero creo que lo digo con la boca pequeña.

Es una locura que yo me haga cargo de tres perros, pero es que las horas de sueño, los biberones, y ver como crece sanito, une mucho.
Y... creo que me estoy enamorando de él.
Por las noches, entre biberón y biberón, a veces me desvelo y me pongo a escribir, y aquí os dejo el haiku que escribí para él.
¡Socorro! gritó,
y mi mano se tendió
para andar juntos.Voy de cabeza y por eso no he podido poner nada antes en el blog, ni visitaros a todos vosotros, pero poco a poco, creo que tendré algo más de tiempo y me iré poniendo al día.
¿Me comprendéis, verdad?
Un besos a todos, amigos.
Por cierto,... ¿a que es guapo mi Ulises?