
En estos cálidos, lánguidos y plácidos días de verano, cuando nos preparamos para las vacaciones pero parece que todo se ralentiza, me gustaría más que nunca ser capaz de coger esta sensación como si fuera un raro perfume y meterla en un frasco precioso para poder impregnarme de ella cada vez que la prisa llame a mi puerta.
El calor nos aletarga... Pero ¡cuán maravillosas son las tardes de verano! El sol empieza a ceder el turno a esa brisa deliciosa que nos acaricia, que nos lleva de la mano a las noches de verano, con su frescura, su promesa de consuelo, su aroma a sueños que nacen y sus amaneceres mágicos, regalo del cielo para los afortunados que deciden disfrutarlos.

Me siento como si el tiempo me tomara en sus brazos y me acunase, me abrazase con ternura y me insuflara las fuerzas que necesitaré para la vuelta a la vida real.
Paz, antes de las batallas que quiero emprender.
Calma, para alimentar un alma que tiene que aprender a no acelerarse sin motivo.
y Serenidad... Siempre, Serenidad.
La serenidad, ¿se aprende?
O la serenidad, ¿se busca?
La serenidad, ¿se tiene?
O la serenidad ¿se es?
O la serenidad, ¿se busca?
La serenidad, ¿se tiene?
O la serenidad ¿se es?