El pasado día de Todos los Santos fuí al pueblo de mi Madre, Terrinches (Ciudad Real).
Es pequeño, acogedor, manchego por los cuatro costados, es la tierra donde nació mi Madre y donde ahora descansa su cuerpo.
El cementerio se llena de vida ese día. Las flores, las gentes limpiando y ordenando, las charlas y los recuerdos compartidos,... Es una sensación especial, diferente a cualquier otra.

Entre lápidas brillantes y montañas de crisantemos, gladiolos, azucenas, claveles, rosas, y tantas otras flores, los niños juegan y los padres rinden homenaje a sus seres queridos.
Mi hermana me decía: ¿Te imaginas que "Ellos" estuvieran ahora entre nosotros?
Y yo pienso... ¿Por qué no?
¿No podría ser quizás ese el punto de encuentro en el espacio y en el tiempo que compartimos al menos una vez al año?
Yo lo primer que hago al llegar al pueblo es visitar a mi Madre, y lo último cuando me voy es despedirme de Ella.
La visito siempre que puedo cuando estoy allí, y he perdido el miedo que se tiene a los cementerios. Ahora siento un profundo respeto, pero me siento bien al lado del lecho de la que me dió la vida. El aire es fresco al atardecer en verano, los pájaros cantan y alborotan, el silencio abraza todo lo demás, y yo miro su foto y sé que está tranquila, conmigo y en su lugar al mismo tiempo...

Cuajado de amapolas y de romero
está el camino de mi corazón.
Antes era un lugar para el sosiego
y ahora es el lecho donde está mi amor.
Descansas en la tierra en que viviste,
tu sueño fue dormir en tu lugar;
te miras bajo el cielo en que naciste
y ese será desde ahora tu hogar.
Los tuyos te rodean para siempre,
sus brazos te acogieron donde estés.
Nosotros no dejamos de quererte,
contigo la alegría se nos fue.
Relaja tu pequeño cuerpecito,
disfrutadel lugar desde el que ves
nuestro corazón hecho pedacitos
por no besar donde pisan tus pies.