martes, 25 de noviembre de 2008

Esperando la luz - 2



Esta es la segunda entrega de los poemas de mi libro "Esperando la luz".
Cuando escribía el libro, cuando le puse nombre, pensaba que la luz es algo que llega a la vida de las personas. Ni por un momento creí que la luz es algo que podemos crear nosotros, que está en nuestro interior y es lo que podemos ofrecer de nosotros mismos.

Entonces todo lo que no era como yo esperaba, era una tragedia, las tinieblas se abatían sobre mí y el alimento de mis escritos era la desesperación.
¡Con qué pasión tan desgarrada se viven las cosas a los veinte años!
Todo es blanco o es negro. Y por eso, todo lo que no es luz es oscuridad. El tiempo y su sabiduría nos enseñan a apreciar los matices y, quizás es entonces cuando descubrimos la Serenidad. Pero de eso hablaremos otro día.
De momento, dejo aquí unas pinceladas de mis dramas amorosos.

6

Siento que se me ha secado
la fuente del corazón.
Muy grande fue mi pecado:
no atender a la razón.

7

No saber quién te hiere
y quién te mata;
quién, con dulces palabras,
te abandona,
y quién con aprendidas artimañas,
el dueño de tu amor
y su persona,
te arrebata.

Quién al triste destino
te abandona
sin dar un paso en falso
ni con prisa,
y a quién le preocupa
más su persona
que el brillo de tus ojos
y tu risa.

8

Dulce castigo que me sostuviste
noches y días con una esperanza.
Dolor callado que a mi vida diste
fuego de dudas y de confianza.

Hoy que te pierdo, pues de mí te alejas,
sólo quiero pedirte una ventura:
no juegues con mi alma, pues la dejas
perdida en la niebla de la amargura.

Si un día fuiste luz para mis ojos
y fuiste faro para mi camino,
hoy eres la razón de mis enojos,

y en tal manera forjas mi destino,
que en la renuncia que en mi pecho alojo
se halla la estrella que guía mi sino.

.....

¡Ahí queda eso!

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