domingo, 16 de noviembre de 2008

Ella



Ella se fue dulcemente. Yo tenía una de sus manos entre las mías, mi hermana apretaba la otra. Mi padre la acariciaba.
Hoy hace un año de su marcha.
Con ella se fue mi ilusión por brindarle mi felicidad con cada uno de mis pasos adelante en la vida.
Con ella se fue el amor más cierto que tendré nunca.
Su marcha me dejó el vacío. ¿Cómo puede haber un vacío tan grande en un lugar tan pequeño como es un corazón?
Era mi Madre.
Virtudes.
Era todo.
Lo es.
La enfermedad nos la arrancó de las manos sin piedad. Y lloré su muerte sin lágrimas tanto como cada día celebro su vida.
Mi madre amaba la poesía. Venía de tierra y de sangre de poetas. Es por eso que no quise que se fuera tan sólo con el responso de un sacerdote que no la conocía. Ante una iglesia abarrotada y, superando mi dolor y mi pánico a hablar en público, la despedí con los versos que Antonio Machado escribió al perder a su esposa, el amor de su vida:

" Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería.
Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía,

Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar"



Pasaron unos días y yo flotaba en un limbo de incertidumbre.
De pronto, cogí un lápiz y un papel y empecé a escribir como hacía años que no lo hacía. No podía parar. Mi hermana decía que era mi forma de llorarla.
Tardé tres meses exactos. El 25 de febrero, el día del cumpleaños de mi madre, escribí la última poesía de mi segundo libro, "La fuente de toda poesía".
Mi homenaje a mi madre. Mi regalo para ella. Mi dolor y mi esperanza, y mi deseo de que el mundo conozca apenas una pincelada de su maravillosa persona.

Hoy la recuerdo tanto como todos los otros días, pero hoy hace un año que vivo sin ella.

Si pudiera, la hubiera citado como hizo el gran Miguel Hernández al final de su impresionante "Elegía a Ramón Sijé":

"... A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero"

Pero el poeta se me adelantó.

Hoy me gustaría compartir con mi madre las palabras que nacieron en mi corazón mientras acariciaba su recuerdo:

Tú nunca
te habrás ido
porque vives
en mi latido
y en la vida mía.
Vives en cada luz,
en cada sombra,
en cada pena
y en cada alegría.
En cada acierto
y cada desatino,
veo tu mirada
y veo tu consejo.
En cada recoveco
del camino,
he de sentir
tu aprobación
o tu recelo.
He de notar tu empuje
o tu frenada,
tanto si arranco
como si me paro.
He de vivir
bajo tu fiel mirada,
y he de sentir
cada día tu amparo.




Te quiero, Madre.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Miro la foto de Virtu que has colgado en tu página y os veo a ti y a Eugenia juntas, realmente, habéis heredado sus rasgos. Aunque entre vosotras sois diferentes, ella os hace iguales. Te prometí que visitaría este lugar de vez en cuando, es un placer poder hacerlo, caer en un dulce rincón de poesía, sentimientos, sueños... Flor

Antònia dijo...

Realmente ha sido un placer compartir momentos juntas. Lo seguirá siendo. Besos.